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Enamorarse de una máquina

 

Hay una película nominada a los premios Oscar este año como mejor filme de la cual quiero hablar, se llama Her. En esta cinta se expone la hipotética relación romántica entre un hombre solitario y un sistema operativo de computadora.

 

Sí, la situación suena absurda, estúpida, y hasta ridícula; sin embargo, lo que narra la película me genera una reflexión –que también podría ser catalogada como estúpida o ridícula-. Una reflexión en torno al amor, al amor romántico, a la soledad, y a la forma como nos relacionamos con los otros seres humanos y con los objetos.

 

Her es un filme que podríamos catalogar como de ciencia ficción, su trama se desarrolla en un entorno futurista, y está protagonizada por el actor Joaquín Phoenix (el mismo que se enfrentó con Russell Crowe en la cinta Gladiador). Phoenix interpreta el papel de un individuo solitario que decide comprar un moderno programa de computador que está constituido por una inteligencia artificial. El mencionado programa tiene voz propia, es una voz de mujer, muy seductora por cierto, y termina enamorando al pobre hombre.

 

Lo que sucede después es increíble: en las siguientes dos horas nos muestran el desenlace de esta relación. Incluso hay sexo virtual entre el sistema operativo (que es solo una voz) y el personaje que interpreta Phoenix.

 

¿Es una película cómica? Podrían preguntar algunos, y la respuesta es no. No es una comedia, ni una parodia, ni una sátira, es un drama, que podría generar risas en algunos, preocupación en otros, e indignación en ciertos espectadores. La posibilidad de una relación romántica entre un hombre de carne y hueso y una máquina podría generar estas reacciones: risa, preocupación, o indignación.

 

La escena más “chistosa” de la película es cuando el pobre hombre solitario habla con su exesposa y le cuenta que está saliendo con su sistema operativo de inteligencia artificial. La mujer le replica: “Antes estabas conmigo, ¿y ahora me dices que estás enamorado de tu laptop?”.

 

La tecnología podría generar este tipo de inteligencias artificiales, en un futuro próximo podríamos ver este tipo de artilugios, no sería nada raro. La posibilidad de crear programas súper-inteligentes es un hecho, incluso, programas que podrían pensar por sí mismos, y que tal vez, podrían tener la capacidad de crear.

 

El sistema operativo del cual se enamora el hombre de la película es muy desarrollado, casi que tiene vida y conciencia propia, y para rematar tiene la voz de Scarlett Johansson, quien prestó su extraña voz para encarnar al sistema operativo en cuestión.

 

¿Puede uno enamorarse de un objeto? ¿Puede uno sentir amor hacia un computador? ¿Hacia un balón de fútbol? ¿Hacia un libro? En teoría no, porque según nos dicen los textos el amor romántico solo se da entre personas, entre humanos. ¿Y el amor hacia un animal? ¿Puede un humano enamorarse de un perro, por ejemplo? Eso sería zoofilia, dicen esos mismos textos, y es una aberración, una desviación psicológica. Uno puede sentir cariño hacia un animal, pero no amor romántico porque si así fuera estaríamos hablando de una depravación.

 

El amor romántico es por antonomasia humano, entre personas naturales, lo otro podría ser catalogado como una enfermedad de la psiquis. ¿Y si esa inteligencia artificial se desarrolla in extremis? ¿Hasta parecerse a un humano real? Yo creo que sería lo mismo, sería como enamorarse de un cenicero o de un molinillo para batir el chocolate, no importa, es un objeto y no será nunca un humano con sentimientos, alma, emociones, y espíritu.

 

El sistema operativo de la película puede pensar por sí mismo, responde con creatividad y originalidad, pero es un objeto, un simple objeto con inteligencia. De la misma forma podríamos hablar de los robots desarrollados, con inteligencia artificial, por más que sean muy desarrollados no son más que una máquina, y uno no se enamora de una máquina.

 

En mi novela Robots en índigo, yo abordo este tema. En el futuro los robots llegarán a niveles de desarrollo tan sofisticados que se asemejarán a los humanos, y la diferencia entre ellos y nosotros podría ser muy tenue. En mi novela, los robots -que llamo humanoides- llegan a dominar a los humanos.

 

La posibilidad de una relación romántica entre un humano y un humanoide es factible, pero no sería algo sano, normal, sería una aberración. El robot es una cosa, y no hay amor entre hombre y cosa. Uno puede sentir cariño hacia el carro, o hacia el computador, o hacia un libro, pero no amor romántico.

 

El amor romántico no solo es lujuria, sexo, también es ternura, es diálogo, es comprensión, es tolerancia, es delicadeza, es misterio, es algo espiritual. Cuando uno se enamora de una persona a veces no se sabe el porqué. Esa persona puede ser bonita, o fea, o ni lo uno ni lo otro, pero uno se enamora. Es misterioso, pero solo se da entre humanos; porque los humanos tenemos una parte misteriosa que denominamos como alma, o como espíritu, y eso no lo podemos explicar. Los animales también tienen alma, pero diferente, tienen un alma animal que funciona en una dimensión diferente a la humana.

 

Her es una película entretenida a pesar de todo, pero expone una hipótesis absurda, alocada, ridícula. Yo podría enamorarme de mi televisión, y ponerle un nombre, y hasta tener sexo (mejor ni piensen en eso o tendrán pesadillas esta noche), pero nunca será algo sano, algo natural, sería algo enfermizo, sería una aberración, y eso no está bien. Lo que expone Her es una aberración, nadie en su sano juicio se enamoraría de su Ipod, o de su Ipad, o de su Backberry. Uno podría tener cariño hacia el objeto, pero no amor romántico. Hacia los animales sería algo semejante, es normal que uno se encariñe con la mascota, pero si usted se enamora se la mascota eso se denomina en psicología zoofilia, y es una enfermedad. Así que si usted se enamora de su perro, o de su gato, y llega a situaciones complejas con ellos, usted no está bien de la cabeza y debe ir de inmediato a donde un psiquiatra, o irse directamente a una clínica de reposo.

 

¿Y si uno se enamora de un extraterrestre? No es humano, ¿y entonces? Eso será motivo de otra reflexión… 

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